En resumen las glorietas se diseñaron con un doble fin, intrínseco con la Seguridad Vial, dar fluidez y seguridad al tráfico rodado, ni más ni menos, y que debido en parte al desconocimiento de algunos y la mala práctica de otros, se ha conseguido justo lo contrario que se pretendía, es decir se han convertido en puntos conflictivos, generadores de accidentes, bien es cierto casi siempre leves, los comúnmente conocidos como de “chapa y pintura”, pero que generan directa o indirectamente una subida en las primas de seguro, y una perdida considerable de horas de trabajo, ocio o de lo que queramos, sin contar que si el resultado del “accidente” es de mayor entidad, la factura del hospital también sube. El entrecomillado de la palabra accidente no es casual, ya que llamar accidente a aquello que se podría haber evitado no es adecuado, sería más ajustado llamarlo “inevitable”, ya que aquel conductor que accede a una glorieta con exceso de velocidad ( otra cosa sería velocidad excesiva o inadecuada), sin respetar prioridades ni señalización y abandonando la glorieta cortando trayectoria y haciendo frenar al resto de usuarios, lo habitual e inevitable sería que se produjese un choque, si no fuera como dice aquella máxima del mundillo de la circulación: es más barato ceder tus derechos; pero también se cansa uno de ceder, si casi siempre es el mismo el que cede.